San Salvador, El Salvador – 10 de diciembre de 2021
Señor Procurador para la Defensa de los Derechos Humanos, Procuradoras Adjuntas y Procuradores Adjuntos
Defensoras y Defensores de DDHH
Señoras y señores miembros de los medios de comunicación social.
Amigos y amigas participantes.
Me complace compartir con ustedes esta mañana, en este evento que tiene por finalidad reconocer públicamente el trabajo y las acciones a favor de la defensa y promoción de los derechos humanos.
Como cada uno y cada una lo sabe, hace ya 73 años, en el contexto de la reconfiguración mundial tras la Segunda Guerra Mundial, las Naciones Unidas adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, estableciendo lo que ahí se definió como un ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse.
El trabajo de derechos humanos está basado en varios elementos, y sin duda alguna, de ellos, el reconocimiento de los derechos humanos como valores que guían el camino de toda nación es uno de los esenciales.
El Salvador, como nación, ha tenido una larga trayectoria en los temas de derechos humanos. Ya en 1993, la Comisión de la Verdad hizo público su informe denominándolo “De la locura a la esperanza”, y con esa pequeña frase daba cuenta de un salto en la historia; un salto con el que la nación salvadoreña transitaba desde el paroxismo, y la violencia más abyecta e ilimitada, hacia un escenario donde cabía la posibilidad de un país diferente, un país en paz.
No sin dificultades, pero de manera progresiva, El Salvador ratificó tratados esenciales en derechos humanos, reconoció la jurisdicción de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (y abro un paréntesis para subrayar la importancia de que los Estados cumplan con sus sentencias, como en la reciente sentencia sobre Manuela en El Salvador, para cuyo cumplimiento ofrezco el apoyo de la OACNUDH) , se dio origen a la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, y se implementaron muchas otras medidas que tienen como objetivo último él de contribuir progresivamente a generar las garantías propias de un estado democrático de derecho.
Pero tan cierto es lo que acabo de mencionar, como que, con todos esos esfuerzos, aún quedan otras medidas por implementar para realizar aquel ideal común que se proyectó desde hace 73 años.
Señor Procurador, amigos y amigas,
Me gustaría poder decir que la historia es una línea recta. Me gustaría poder decir que la historia está libre de obstáculos. Pero, lo sabemos bien, no es así. La historia está marcada por avances y retrocesos.
A lo largo de estos 73 años, ciertamente se ha avanzado en la consolidación del sistema internacional de protección de derechos humanos, como la ampliación de los contenidos de los tratados, recogiendo la protección especial que se debe a grupos humanos específicos, como a las mujeres que han sido vulneradas a lo largo de la historia por razones de género, a las personas lgbti, a los pueblos indígenas y afrodescendientes, a la niñez, a las personas de mayor edad, o a las personas con discapacidad. En una frase, como lo recoge muy bien la agenda 2030 “para que nadie quede atrás!” O bien, recogiendo temáticas que por su gravedad merecen también un régimen jurídico especial, como la prohibición del genocidio, de la discriminación, de la tortura o de la desaparición forzada de personas.
Pero también han existido retrocesos indignantes, que provocan la vergüenza de la humanidad. La masacre de El Mozote, sucedida hace 40 años, en la que fueron asesinadas aproximadamente mil personas, mayoritariamente niños, niñas y mujeres, es uno de esos retrocesos, una bofetada cargada de desprecio por la humanidad, que al menos aún en mí, no ha dejado de doler. Desgraciadamente, muchas masacres semejantes, maduradas también a punta de impunidad, se han multiplicado por el mundo, y cada una de ellas agota nuestras energías y nos carga de indignación; pero está ahí, la suficiente para que el ideal común vuelva a llenarnos de esperanza. De la esperanza de superar la impunidad y que llegue finalmente la justicia, de la esperanza de asegurar que nada de estos agravios a la humanidad vuelvan a suceder, de la esperanza de que, como hemos dicho muchas otras veces, otro mundo sea posible.
Sin embargo, ¿quiénes hacen posible que el ideal común siga siendo un verbo, en lugar de un mero sustantivo? Son las personas defensoras de derechos humanos, aquellos que se han apropiado de ese ideal común, que lo han colocado en el centro de sus vidas, como un credo, como un compromiso de honor, que se impulsa con la fuerza de la ética y que nos alimenta la certeza de estar en el lado correcto de la historia.
Señor Procurador,
Este día el mundo está invitado a unirse a ese ideal común; a reflexionar cómo y cuánto hacemos para lograrlo; a conmemorar a quienes con su legado y valentía nos han alumbrado el camino de la lucha contra la injusticia, contra la discriminación, contra la tortura, y contra toda forma de vejamen. Es un momento para reconocernos, recordar nuestros compromisos, reafirmarlos, porque ese ideal común merece siempre ser reafirmado, y desde ahí actualizar nuestro compromiso. Y la Procuradoría para la defensa de os Derechos Humanos lo hace hoy en El Salvador reconociendo el trabajo de quienes, por sus acciones, reafirman la importancia de la defensa de los derechos humanos. Adelanto así mis felicitaciones a quienes por esta ocasión reciben este valioso reconocimiento, y les invito a no disminuir su compromiso ni sus esfuerzos.
Señor Procurador, estimados y estimadas defensores de derechos humanos,
A lo largo de mi vida he conocido muchas personas, gobernantes, empresarios, líderes mundiales, ciudadanos y ciudadanas; y, sobre todo, he tenido el privilegio de estrechar mis manos con miles de defensores y defensoras de derechos humanos, y se merecen todo; pero sobre todo, nuestro respeto y reconocimiento.
Muchas gracias.